Nublas el cielo del salón
untas tus pasos, en el escenario;
rugiendo tus caderas, temeraria;
interpretando los armónicos, corazón;
anclado a tu aroma cereza.
Bailas en tus espacios,
una fina cintura remueve
sol y la luna infinita,
que más tu cuerpo puede.
Una vez saneada y lavada
entras medio calata,
tentando la oscura dinamita
serpenteando tu belleza, mita.
Gimes la luz del espejo excitando el reflejo,
lamiendo mis sentidos; perdidos,
manoseando mi cuerpo ido,
atado yo, por tu voz dulceza.