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Canciones

martes, 18 de diciembre de 2018

El Paraguas




Autor de la Foto: Serge Rat

Es un día lluvioso, típico otoñal, cuando la humedad es relativamente elevada, ya que te va calando poco a poco en los huesos.
Voy bajando por la calle hacia la plaza Virreina. Llevo el móvil en la oreja y voy escuchando la conversación muy atentamente. Camino y camino con un ritmo sosegado, cuando estoy a punto de embocar la plaza, hago una pequeña pausa.
Ella está en medio de la plaza, mirando la calle lateral, en dirección contraria a la mía. Empiezo a caminar de nuevo y percibo el eco de las gotas que fallecen del cielo...gotas gordas que caen con fuerza, las puedo sentir por el retumbo en el paraguas. Aún estoy hablando por teléfono mientras me acerco a ella. El olor a humedad de la lluvia invade la atmósfera de la plaza. No sopla nada de aire, pero mientras me acerco, en el suelo empapado, voy oliendo su cuerpo.

Me coloco justo detrás de ella, apago el móvil y lo guardo en el bolsillo de mi gabardina azulada. Pongo la mano derecha en su hombro, mientras que con la mano izquierda aguanto el paraguas del modelo " educado".

-         Hola –La saludo, con la voz quebrada.-No te des la vuelta, por favor.

Con el cuerpo junto al suyo ya, percibo toda su energía. Ella me dice:

-         Esperaba verte en el portal de tu casa.

Yo le respondo, mientras la lluvia se apacigua débilmente en su caída libre.

-         Ya no vivo en ese portal, me fui hace tres años –contesto. -No podía vivir en nuestra casa, todo me recordaba a ti. –Comento mientras la lluvia apacigua débilmente su caída libre. – Con sólo llegar a la puerta, notaba el silencio en la atmósfera. Veía el perchero vacío, andaba unos pasos y, al entrar al comedor, ya no veía esa copa de vino, esa copa llena de tinto que tanto nos deleitaba, y te veía medio desnuda esperándome tumbada. Sin hablar de la cocina, donde estaban tus especies, esas que desprendía tu piel, cuando hacíamos el amor, y que yo filtraba hacia mi sentido olfativo. Ya no era capaz de cocinar el pato, ni el cordero al horno, ya no tenía ningún sentido. Antes de llegar al lavabo veía tu albornoz blanco y al entrar en la ducha el gancho del teléfono siempre recto, nunca inclinado hacia abajo como tú lo dejabas, y el jabón que dejabas en la cesta, abierto... esos pequeños detalles tan insignificantes, ya no los veía. Sin hablar del cuarto donde dormíamos agotados, después de hacer el amor como unos locos o como dos sensuales jugando a percibir cada roce de nuestra piel. ¿Te acuerdas de la silla de madera que gritaba en cada movimiento pélvico y tanto te excitada su chirrido? Aún, me acuerdo de la noche de primavera fría, donde el insomnio te desveló y te fuiste hacía la ventana con la vista perdida. Me desvelé al no tener tu calor y fui directamente hacia ti; con la manta de franela, me puse detrás de ti, envolviendo tu helado cuerpo, y seguidamente te susurré al oído, mientras el fino cristal se iba empapando de vaho, y tus senos se marcaron, como hacíamos de pequeños, que dibujamos figuras en el fino cristal. Cada vez que la lluvia y la condensación aparecían, el cristal dibujaba el relieve y forma de tus atributos. Todos esos recuerdos me impedían vivir en la casa. Ya no te digo el no poder oler tu piel, a confitura de cereza con un toque muy sutil de cúrcuma tostada.

Mientras, su respiración se intensifica al oír mis palabras. La humedad del ambiente y el ruido de la lluvia retumbando en la cúspide del paraguas, que es redoblado por las gotas, que caen al suelo,  hacen que el olor de su piel sea todavía más fresco. Aún mi mano está posada en su moldad del hombro, reconociendo cada centímetro.

-         ¿Dime como te ha ido la vida sin mí?

Ella aún está procesando toda la información. Ella me comenta:

-         Me fui porque tenía que estar sola. No sabía lo que quería, necesitaba tiempo y sólo quería estar sola, como tú me dijiste que fuera feliz me tomé mi tiempo. Luego desapareciste y me dolió mucho. Pasaron las semanas y los meses, volví a ver aquel amor duradero. Pero no es igual. Todo es diferente, no sé cómo explicarlo, nada es lo mismo.

Durante la explicación sus hombros se encogen, y su respiración se alarga y se profundiza. La temperatura del interior del paraguas va aumentando, nuestros cuerpos al estar tan próximos desprenden calor y nuestra sangre empieza a hervir poco a poco.

Ella continúa:

-         Me dolió que te fueras de esa manera, pero entiendo que no quisieras saber nada de mí. Sé que me querías con todo tu corazón y tú cada vez que te acercabas, yo te ponía barreras sin más, por miedo. Tenía mucho amor en mi interior, pero no sé cómo querer, no sabía querer, siempre iba  a la mía, fui muy egoísta contigo, lo sé y no me di cuenta, tuviste mucha paciencia. Tenía mucho amor, pero, no se querer. Tú sabes cómo querer pero no tienes amor. Tú y yo somos como el: “Yin y el Yang”, nos complementamos uno al otro, mientras yo te daba mi amor tú me enseñabas a querer y te iba llenando de mi amor y tú a la vez me complementabas como hacerme saber querer. Por eso no es la mitad de un circulo, una mitad invade a la otra y la otra invade al otro. La energía va fluyendo en círculo y los dos se complementan a la vez.

-         Lo sé, pero tú cerraste y negaste a tu corazón.-le susurro con dulce voz.

Mientras, ella intentaba explicarse. La lluvia nos iba calando poco a poco, la temperatura ambiente iba bajando desplomadamente, yo aún tenía la mano en su hombro y no era capaz de quitarla. El calor de mis venas hacía pensar en mil imágenes pasadas, imágenes que eran nuestros momentos de lujuria y de amor que íbamos combinando a nuestra merced. Solo recordando el olor que desprendía su cuello, cada vez tenía más deseo de girarla de golpe y besarla con frenesí. Pero mi mente lo impedía.

Mientras escucho todo lo que me dice, tengo cada vez más la sensación de que lo nuestro hubiera funcionado, de que juntos todo hubiera sido más fácil, creo que si lo hubiera intentado de verdad y me hubiera dejado ser que como soy, y ella, no me hubiera cortado continuamente las alas, si se hubiera dejado llevar por mí; en algún día perdido de algún mes, le hubiera entregado un “Yin y Yang” entre sus dedos. Porque sé que a veces era algo reservado en mis sentimientos, la quería, no solo sería feliz, sino que los dos hubiéramos estado en la cúspide de la felicidad.

Llevamos más de una hora hablando, y aún no nos hemos visto las caras, tengo mis manos siempre apoyadas en su hombro, en alguna ocasión ella intenta girarse, o dice quiere verme, pero yo le revelo que me gusta esa manera de decirnos las cosas sin barreras, y sin vernos los rostros, era más fácil.

Al cabo de unos minutos más intercambiando opiniones, le digo:

-         Parece que ha dejado de llover.

-         ¿Cómo? -dice ella sorprendida- ¿Que no ves que está cayendo copos de nieve?

Ella se gira inmediatamente, sin yo esperarlo. Ella exclama con voz sorprendida:

-         ¿Qué haces con gafas de sol en pleno otoño y con la oscuridad del día?

Inmediatamente me pongo la mano en el bolsillo de la gabardina azulada y saca un artilugio de color blanco. Lo extiende y comenta:

-         Llevo gafas de sol porque me quede sin visión hace un par de años. Mi visión esta reducida, sólo veo luz y sombras, podríamos decir como en la película de Ridick, que el protagonista sólo ve pincelados en blanco y negro,  sólo puede ver las formas muy difuminadas, lo mismo que yo.

Se hace un silencio plausible, sólo se puede oír el trago de saliva de ella.

-         ¡Cómo, explícame mejor! ¿que te ocurrió? -Comenta con mucho nerviosismo.

-         Pues hace un par de años que iba perdiendo la vista, fui al médico. Al final con todas las pruebas que me realizaron, vieron que no tenía ningún problema fisiológico, la retina estaba bien, el iris, los nervios ópticos, todo estaba correcto. Me hicieron un Tac cerebral completo, para saber si había alguna zona afectada, por si había algún tumor que afectase a la zona de la visión. Todo estaba correcto, al final entre especialistas me dijeron: Con todos estos elementos creen que se trata de un problema psicogénico y no fisiológico, es decir, que no está causado por un problema estructural. Algo debió suceder durante el accidente o trauma, especulan, que hizo que su cuerpo reaccionara cortando la capacidad de ver. No es extraño observar trastornos en los que el cerebro deja de procesar la señal visual aunque los ojos funcionen perfectamente. Se llama vulgarmente ceguera psicológica, así que me derivaron a su especialista correspondiente. Dicen que solo yo puedo recuperar la visión. Así es la vida, que haremos.

-         ¿Cómo me has localizado en la plaza? Joder. ¿Cómo es que no me dijiste nada?

-         Pues llevaba el móvil en la oreja y un amigo que está en la plaza me fue guiando hacia ti. Pero una vez que estaba cerca, pues te olía y notaba tu presencia fácilmente, ya sabes que cuando pierdes unas facultades, mejoras otras como el oído el olfato, etc… No te dije nada porque mi orgullo tengo, sea malo o bueno. También tiene sus ventajas. Recuerdo cada centímetro de tu cuerpo, y tengo la mejor imagen de belleza, de erotismo, pasión, cada vez que sueño contigo… siempre son las mismas imágenes, así que bien “litografíadas” estas en mi cabeza.

-         Joder, eso me ha excitado. – Nos reímos a verdadera carcajada los dos.

-         Y si ahora me disculpas, me tengo que ir, necesito huir porque estoy asustando mi corazón. Espero que lo entiendas. Ya te llamaré y nos vemos otra vez, pero ahora ya he sentido suficiente.

Rápidamente la beso en la frente, y lo clavo perfectamente, la altura, el centro, la distancia, sí que conozco cada centímetro de su cuerpo, me giro y sin mediar palabra intento caminar, me ubico entre las sombras y las luces de las farolas y de las calles colindantes de la plaza Virreina, en un acto reflejo saco la mano del paraguas para comprobar que realmente esta nevando esos copos de nieve. Noto el frío seco en mi mano y camino hacia la calle superior de la plaza.


Ella está perpleja, el corazón le late a ritmos estrepitosamente peligrosos. Su mente está bloqueada y muy confusa. No sabe si ir detrás de él o dejarle que el vacío se apodere otra vez de esos días confusos, que tuvo que elegir en que corazón se cobijaba. Mientras, los copos más frondosos y grandes, van calando encima de su melena suave y sedosa, mezclando el color nívea nieve con el color de su pelo, de hojas aciculadas de "ciprés de los pantanos" otoñales….






7 comentarios:

  1. El latido quedo perolejo,
    el copo de fuego abrio sus ojos.
    Y al clavar su mirada en su espejo,
    brillo de nuevo gozo en sus senos.

    Gracias por creer en la vida,
    Mas mi vida te ha devuelto tus ojos.

    Confia en la magia. Gracias por ser.

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  2. Una preciosa historia de amor y desamor ..me gusto el toque de la ceguera psicológica algo que verdaderamente puede suceder cuando uno atraviesa un momento delicado en su vida ..
    Me gusto leerte hacía tiempo que no subías nada.
    Un abrazo y te deseo Felices Fiestas.

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  3. Me imagino ella leyendo el relato,sentada en el sofa con la compañia del sorbo del vino.Levanta su voz desgarrando el silencio. sigue en su lectura y se pausea y traga saliva, en el mismo momento del relato.
    Agarra la copa borgoña, de vino tinto, apoya el lexir en sus labios,mientras la fino velo de la luz, potencia el brillo humedo de sus ojos...
    Perpleja de sus latidos, acaba de leer y empieza la magia...

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  4. Un relato dulce, original, duro, original pero lleno de sensibilidad humana, diferente, que según mi punto de vista indica esperanza hacia ......quien pueda entenderlo, aceptarlo y reconocerlo en algunas situaciones de su vida personal.,....o no.

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