Cada noche me rodeas mi silueta,
me impregnas con tu fragancia,
pongo tu envoltura entre mis piernas,
me acaricio en cada pliegue que formas en tu tez,
estiro tu cuerpo a la altura de mi nariz,
te huelo con anhelo,
inspirando tu perfume entre mis manos.
Cada madrugada sueño entre algodones,
que fina textura tienes, cada movimiento te rozo suavemente,
tú, silenciosa, se apodera de la cama,
acomodo mi oreja en cada parte de tu naturaleza,
para escuchar el eco de tu sonrisa,
me desvelas a las tantas de mis sueños,
para desnudarme sin saberlo.
El calor me invade, deslizo mis manos y mis pies por todo tu
cuerpo,
me produces escenas sensuales, eróticas, explícitas y salvajes.
Levito tu alma para que circule aire fresco.
Cada amanecer me despierto y aun estás a mi lado,
me aproximo y mis brazos te rodean.
El color del cielo se funden en mis ojos,
contemplándote mientras suena la música.
Me levanto dejando tu rugosidad de tu ser y buen olor,
al libre merced del ambiente.
Pasan las horas, los días y la semana.
Tengo que desprenderte de tu bálsamo.
Encojo tu cuerpo finamente,
con sumo cuidado camino junto a ti,
llevándote en
volandas.
Llego a la puerta, te introduzco en el fondo,
te encierro y me
despido.
Prendo el botón del desapego;
el agua te moja, te refresca,
el jabón borra tu esencia.
Finalmente después de dar vueltas como una loca,
tiendo
para que te airees bajo la luz de la luna.
Tu perfume de tu piel muere lentamente.
Mi corazón se encoge,
solo tengo recuerdos en mi consciencia,
en mi espíritu,
en mi cutícula.